Para Héctor Zarauz por recordarme la anécdota
Juan Meléndez de la Cruz
Al empezar el siglo XXI, dice Roberto Morales, a la intelectualidad hispanohablante se le plantea un desafío ineludible: el de impedir que el idioma español se desarticule y desintegre. No se trata de defender purismos lingüísticos, sino de impedir que préstamos e influencias innecesarios sustituyan a elementos constitutivos de nuestro idioma, y que lo hagan cambiar desbordando sus propias leyes de desarrollo y evolución, llevándolo a sufrir una creciente contaminación incurable que pueda hacerlo desaparecer como tal.
“Este desafío se nos presenta aún más difícil si tomamos conciencia de que en estos tiempos la defensa de nuestra lengua no se agota en el problema lingüístico, sino que forma parte de la urgente e impostergable reivindicación de algo que también se encuentra en serio peligro de extinción: la cultura letrada como totalidad orgánica que conforma nuestra historia, nuestra cultura y nuestra civilización.
Me viene a la mente una anécdota de Winston Churchill durante la segunda guerra mundial, el primer ministro de Inglaterra restringe aún más las raciones de carne y pide ver el presupuesto para ver donde podía "cortarle" para poder hacer frente a los gastos bélicos. Al entregarle el presupuesto, se le sugirió que redujera el presupuesto destinado a la cultura. El ministro se negó tajantemente e incluso aumentó la partida destinada a ese rubro. Cuando le preguntaron porqué había hecho eso, respondió, "Nuestra cultura es precisamente lo que estamos tratando de defender." Tal vez a los gobernantes les haría bien saber un poco de historia de vez en cuando.
No se debe olvidar que "la cultura es elemento central de la seguridad nacional, porque es la que da cohesión social. Es decir, la línea básica de defensa de la soberanía es la identidad y la cultura". En la defensa de la cultura y su diversidad se justifica la intervención privilegiada del Estado.
Defender nuestra cultura equivale, pues, a salvar nuestra lengua, nuestra historia, nuestra memoria, nuestra identidad y nuestra civilización. En dos palabras: nuestra libertad. Es hora, entonces, de poner manos a la obra.
El cine también forma parte de nuestra cultura y por eso hay que apoyar al cine nacional. Esto ha sido olvidado por los últimos gobernantes y el resultado es que más del 90% del tiempo de pantalla en nuestro país es monopolizado por el cine norteamericano. La idea es recordar que la cinematografía mexicana es una industria prioritaria, de orden público e interés social como lo consigna la Ley Federal de Cinematografía, y que ha sido factor de cohesión y salvaguarda de nuestra cultura e identidad nacional.
Por estas y más razones sobre las que continuaremos hablando, en el 2010, año del Centenario de la Revolución y Bicentenario de la Independencia, para vernos a nosotros mismos y no solo el modo de vida norteamericano, el cineclub “Oro negro” del FLS de la sección 10 del STPRM tiene considerado en su programación puro cine mexicano; si hablamos de identidad y nacionalismo, que no sea solo en el discurso. El programa está titulado: ¡Que viva México! Iniciamos el viernes 19 de febrero a la siete de la noche con la cinta ¡Vámonos con Pancho Villa! Ni más ni menos la película considerada como la mejor de todos los tiempos en el cine mexicano ¡no totol!
Y para continuar con la congruencia, en la función inaugural daremos comida mexicana: Tacos de chilorio, carne cy verduras curtidas, ahí ustedes saben…
Las proyecciones se realizarán en el auditorio de transportes del Frente Liberal Sindicalista situado en la av. De los petroleros s/n, delante de la delegación de Tránsito. La entrada es libre y para todo público.Pies de foto:
Escenas de ¡Que viva México!
Maguey y nubes
Con Xicalpestle
Iguanas maneadas
Tehuanitas