miércoles, 18 de noviembre de 2009

Así empezó la revolución

Empezó la Revolución Mexicana

Juan Meléndez de la Cruz

En junio de 1910, Porfirio Díaz se hizo reelegir en su cargo. El candidato de oposición, Madero, estaba en la cárcel. Puesto en libertad condicional, escapó a Estados Unidos en octubre. Fechado el 5 de ese mes en la ciudad de San Luis Potosí, lanzó al país el Plan de San Luis. Este programa declaraba nulas las elecciones que se habían efectuado, proclamaba a Madero presidente provisional desconociendo al gobierno de Porfirio Díaz y afirmaba el principio de no reelección. En su artículo tercero, el plan declaraba que se restituirían a sus primitivos propietarios, en su mayoría indios, las tierras de que los habían despojado los tribunales y autoridades aplicando abusivamente la ley de terrenos baldíos. Este era el único punto del plan que planteaba, así fuera en términos generales, una reivindicación social, esto atrajo la atención de los campesinos, al igual que la propuesta de acabar con los odiados políticos locales. El llamado a las armas del Plan de San Luis encontró así ánimos dispuestos. El domingo 20 de noviembre de 1910, “de las seis de la tarde en adelante”, los ciudadanos en todas las poblaciones de la república deberían levantarse en armas bajo el plan maderista.

En la fecha fijada nada en apariencia pasó y la familia Madero se dejó ganar por el desaliento y consideró perdida la causa. El 18 de noviembre, descubierto prematuramente, el dirigente del movimiento en Puebla, Aquiles Serán fue asesinado junto con su familia por el ejército federal. Pero no era el fin del movimiento: otras fuerzas se habían puesto en marcha en diversos puntos del país.

En el norte, en Chihuahua, bajo la protección del gobernador Abraham González, partidario de Madero, se produjeron los primeros alzamientos. Francisco villa, Pascual Orozco y otros, desconocidos hasta entonces, salvo en su regiones de origen, encabezaron pequeñas partidas campesinas que en las primeras acciones de guerrillas infligieron derrotas sucesivas a los destacamentos federales enviados a reducirlas.

Estas victorias trajeron a los destacamentos revolucionarios más y más campesinos norteños, magníficos jinetes de las grandes haciendas ganaderas y los alzamientos fueron presentándose en distintos puntos del país. Los campesinos habían encontrado un aglutinador nacional para unificar sus luchas locales antes dispersas y aisladas: el levantamiento contra el poder central. Un nuevo sentido de la vida los ganaba y el alud hacia las armas, largo tiempo contenido o reprimido, se iba volviendo incontenible. No tanto la figura o la política de Madero, sino la conquista de la tierra por las armas era lo que atraía más y más hombres a las distintas partidas campesinas.

En el estado de Morelos se levantó Emiliano Zapata e inició la lucha con lo que pronto sería el Ejército Libertador del sur.

Tanto Díaz como Madero comprendieron la doble advertencia del norte y del sur: había que llegar a un acuerdo, antes de que la guerra campesina pasara por encima de todos ellos. Esa fue la base de los acuerdos de Ciudad Juárez, allí firmados el 21 de mayo entre los representantes del gobierno y Madero, por los cuales Porfirio Díaz se comprometía a renunciar y a entregar el poder como presidente interino a Francisco León de la Barra, secretario de Relaciones Exteriores quien convocaría a elecciones. El convenio estipulaba que cesaba la lucha armada entre las fuerzas del gobierno y las de la revolución y que estás serían licenciadas y entregarían sus armas al ejército federal; No decía una palabra sobre el problema de la tierra ni sobre ningún otro mencionado en el Plan de San Luis.

El 25 de mayo de 1911 renunciaba Porfirio Díaz y el 26 se exiliaba a Francia en el vapor Ipiranga. El 7 de junio, Madero entraba triunfalmente a la capital, para las fuerzas burguesas, la revolución había terminado. Mientras tanto, en distintos puntos del país, grupos armados de indios y peones tomaron tierras de las haciendas y las araron y sembraron bajo la protección de sus fusiles, esto se extendió por los puntos más diversos. Era el fracaso de los acuerdos de Ciudad Juárez. Sin jefes nacionales, sin plan, impulsadas por su propia fuerza social puesta en movimiento, las iniciativas de los campesinos estaban resolviendo desde abajo, con sus métodos directos y claros, sin espera leyes ni decretos, el problema de la tierra. Así empezó la Revolución Mexicana.

La cinta “Francisco I. Madero. Místico de la libertad” será proyectada por el cineclub “Oro negro” del FLS de la Sección 10 el viernes 6 de noviembre a las 19 horas en el auditorio de la sucursal transportes de la Sociedad Cooperativa de Producción del Frente Liberal Sindicalista, situado en la calzada de los Petroleros s/n, (a un lado de la delegación de tránsito) colonia Petrolera de Minatitlán. La entrada es libre y para todo público.

Pies de foto:

Adelita

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