viernes, 3 de abril de 2009

Valor sin ambiciones e integridad

El zapatismo fue la expresión más clara de la irrupción de las masas en la escena nacional.

Desde el siglo XVI las haciendas azucareras en Morelos eran la realidad dominante y la región, la primera productora de azúcar a nivel nacional. Los trabajadores de ellas, mezclada con campesinos que eran las dos cosas a la vez, que hacían una población numerosa y con tradiciones de lucha que venían desde las guerras de independencia y de la reforma, cercana a la capital (centro de decisiones políticas) fueron la base del zapatismo (1).

En ese marco, con esa base, esas masas crearon a Emiliano Zapata, le transmitieron su intransigencia revolucionaria y encontraron en su dirección el punto de apoyo para resistir durante 10 años los embates militares y las celadas jurídicas de las direcciones oficiales y de la derecha, para influir decisivamente en el curso de la revolución (2)

Emiliano Zapata Salazar, nació el 8 de agosto de 1879 en Anenecuilco, que en 1909, era una aldea tranquila, entristecida de cerca de 400 habitantes. Al igual que otros pueblos de Morelos, estaba en crisis pues durante 30 años, los terratenientes cultivadores de caña le habían disputado el derecho sobre las tierras y aguas de la comarca.

Los cuatro ancianos integrantes del consejo regente del poblado reconocieron públicamente que no se sentían capaces de dirigir el pueblo hasta que se sortease la crisis. Lo que los hacia sentirse desvalidos era, simplemente un sentimiento de incapacidad física. Pero, precisamente porque eran personas con sentido de responsabilidad, por tradición y por carácter, decidieron traspasar su autoridad a otros que pudieran dirigir.

En la tarde del 12 de septiembre de 1909, los hombres de Anenecuilco se reunieron a la sombra de las arcadas que se levantaban detrás de la iglesia. Para que los capataces de la hacienda no se enteraran, no se hizo sonar la campana, sino que se el aviso se hizo de boca en boca.

Los ancianos habían servido al pueblo y ahora el mejor servicio que le podían hacer era renunciar. Los tiempos eran tan cambiantes que se necesitaba algo más que la prudencia de la edad.

Después de la propuesta que se hizo de cuatro hombres, se realizó la votación que Zapata ganó fácilmente. A nadie sorprendió, era joven, un mes antes había cumplido los 30 años, pero los hombres lo conocían y conocían a su familia; y consideraron que si querían que un hombre joven los dirigiese, no podían encontrar a ningún otro que poseyese un sentido más claro y verdadero de lo que era ser responsable del pueblo (3). La determinación podía verse en su mirada.

No era pobre: los Zapata vivían en una sólida casa de adobe y tierra y no en una choza. Ni él, ni su hermano mayor, Eufemio, habían trabajado como jornaleros en las haciendas, y habían heredado un poco de tierra y algo de ganado al morir sus padres. Trabajaba sus tierras y en las temporadas en que el trabajo disminuía llevaba una recua de mulas por los poblados. También sabía de caballos, y cuando ganaba algo de dinero se compraba uno nuevo, le ponía una silla de fantasía, se compraba botas y espuelas de calidad para poder cabalgar orgullosamente.

Por su conocimiento de los caballos, los dueños de las haciendas del centro y del este de Morelos, y del oeste de Puebla, y aún de la ciudad de México, decían que era el mejor domador de caballos y se peleaban sus servicios. Pero nunca lo conquistaron con sus elogios y advirtieron siempre en él una independencia laboriosa (4).

A pesar de sus excelentes caballos y de sus ricos trajes, los de Anenecuilco sentían que era uno de los suyos, nunca lo llamaron don Emiliano, le llamaban Miliano y cuando murió, “pobrecito”.

Más sobre Emiliano Zapata el viernes 3 de abril a las 19 horas en el auditorio de Transportes del FLS, Calzada de los Petroleros s/n, col. Petrolera (A un lado de la delegación de Tránsito) en que el cineclub “Oro negro” del Frente Liberal sindicalista de la Sección 10 del STPRM proyecte el documental “Emiliano Zapata, el amor a la tierra”. ENTRADA LIBRE y para todo público.

  1. Gilly, Adolfo. La Revolución interrumpida. Ediciones ERA, 2ª. EDICIÓN 2007. P. 86.
  2. Idem. P. 86.
  3. Womack, John Jr. Zapata y la Revolución Mexicana. SEP, Siglo XXI 1985. p-p 2,3.
  4. Idem. P-5.

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