Juan Meléndez de la Cruz
El trabajo de Héctor L. Zarauz López, Doctor en historia por la UNAM, minatiteco e intelectual sólido “La tehuana en el cine nacional. Imágenes de voluptuosidad y recato” nos da elementos precisos para situar y comprender “Que viva México” y “La zandunga” cintas a exhibir el 19 de marzo y el 19 de abril respectivamente en el cineclub “Oro negro”.
Nos dice Zarauz: El Istmo de Tehuantepec tuvo desde tiempos lejanos, por su posición geográfica, una enorme importancia comercial. Ello propició varios proyectos de comunicación interoceánica que estimularon la llegada de expediciones extranjeras y nacionales, viajeros, escritores y artistas que dejaron testimonio de sus vivencias en la región.
Entre los muchos asuntos que éstos trataron, encontramos de manera recurrente sus observaciones sobre la mujer istmeña, señalando siempre su presencia, belleza, porte, liberalidad en sus costumbres, sensualidad, fuerza de carácter e industriosidad. Tal percepción alimentó una idealización de la tehuana que fue recreada (y muchas veces distorsionada), por pintores, escritores, fotógrafos y por el cine.
A partir de la Revolución Mexicana, iniciada en 1910, y en especial con José Vasconcelos como secretario de Educación Pública (1921-1924) se buscó impulsar una filosofía revolucionaria y con ello una estética de lo nacional. Ahí encajaría perfectamente la figura de la tehuana como lo prueba su representación en los muros de la Secretaría de Educación Pública.
Por otra parte en esos años era común ver en la prensa nacional fotografías de niñas y mujeres que aparecían con trajes istmeños en festejos cívicos. También son conocidas las imágenes de tiples como María Conesa y Celia Montalbán, en todos los casos exaltando la belleza ya conocida de la mujer zapoteca, pero ahora también como símbolo de lo nacional.
Con el surgimiento del Estado revolucionario, hubo la necesidad de crear una imagen nueva, que exaltara lo mexicano. Con ese objetivo se retomaron los distintos tipos de las regiones unidas bajo el concepto de "lo nacional". Así fueron reforzados los arquetipos del charro, de la china poblana, el yucateco, el jarocho y desde luego la tehuana.
Ricardo Pérez Montfort señala el año de 1921 como el momento de despegue en la recreación de lo "típico" mexicano. De esta forma fueron reivindicados elementos folklóricos, que serían utilizados para reafirmar los valores nacionales.[1]
Asimilada a la nueva imaginería de lo mexicano, la tehuana fue redimensionada en su aspecto folklórico e integrada como icono de la galería nacional. Así la mujer istmeña fue proyectada en innumerables pinturas y fotografías, que resaltaban su connotación indígena, al tiempo que se evocaban los paraísos perdidos y un mundo primigenio.
Esta concepción se refleja en la cinta “Que viva México” será proyectada por el cineclub “Oro negro” del FLS de la Sección 10 el viernes 19 de marzo a las 19 horas en el auditorio de la sucursal transportes de la Sociedad Cooperativa de Producción del Frente Liberal sindicalista, situado en la calzada de los Petroleros s/n, (a un lado de la delegación de tránsito) colonia Petrolera de Minatitlán. La entrada es libre y para todo público.
Pies de foto:
Sensualidad e indigenismo
El mundo primigenio
La tehuana en el cine
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