Juan Meléndez de la Cruz
Continuamos con el ensayo de Héctor Luis Zarauz López sobre la tehuana en el cine nacional, quien después de decirnos que con el surgimiento del Estado revolucionario, hubo la necesidad de crear una imagen nueva, que exaltara lo mexicano, sigue diciéndonos que el cine argumental relativo a las tehuanas, respondió en principio al estereotipo ya planteado por viajeros y artistas. Así las ideas de sensualidad, liberalidad, exotismo y laboriosidad quedaron plasmadas en ¡Que viva México! de Serguei Eisenstein y La Zandunga de Fernando de Fuentes.[1]
Serguei Eisenstein había llegado a Hollywood precedido de una gran fama luego de haber filmado El Acorazado Potiomkim, considerado como una de las grandes cintas de la historia, sin embargo en los Estados Unidos no pudo concretar las opciones para filmar. A instancias de Charles Chaplin obtuvo financiamiento del escritor Upton Sinclair y su esposa, para viajar a México con su asistente Grigori Alexándrov y su fotógrafo Eduard Tissé con la idea de realizar una película.
Fue así como el director soviético llegó a nuestro país en diciembre de 1930 realizando una intensa investigación sobre escenarios representativos. De esta forma se planeó ¡Que Viva México!, la cual tendría cuatro episodios además de un prólogo y un epílogo. El film estaba inspirado parcialmente en el libro Idols behind altars de Anita Brenner, pero también había sido influenciado por las conversaciones con Diego Rivera y sus nexos con algunos intelectuales mexicanos[2], así se decidió que uno de los episodios, Sandunga, sería filmada en Tehuantepec.
En esta historia (que estaría dedicada al pintor Jean Charlot), se propuso retratar el trópico mexicano y mostrar una suerte de Edén intacto por la "civilización", idealizado, con palmeras, monos, guacamayas y sus pobladores, libres de las convenciones occidentales.[3] Eisenstein fue el director que conservó mejor estas ideas de erotismo, laboriosidad de la tehuana, de una sociedad matriarcal y generó escenas de las cuales se abusaría, sin su talento, en películas posteriores.
La filmación de Eisenstein del supuesto matriarcado, el desfile con los trajes típicos, la fiesta istmeña y otros aspectos se muestran en la cinta “Que viva México” que será proyectada por el cineclub “Oro negro” del FLS de la Sección 10 el viernes 19 de marzo a las 19 horas en el auditorio de la sucursal transportes de la Sociedad Cooperativa de Producción del Frente Liberal sindicalista, situado en la calzada de los Petroleros s/n, (a un lado de la delegación de tránsito) colonia Petrolera de Minatitlán. La entrada es libre y para todo público.
Pies de foto:
Comprando. Mujer Istmeña.
Desfile
Preparando la comida
Regalos para la boda[1] - Hacia 1929 se filmó en Estados Unidos una película llamada Dios y ley, dirigida por el mexicano Guillermo Calles, quien además produjo, escribió y actuó en la cinta. La trama, que pretendía ser de corte indigenista, se desarrollaba en Tehuantepec. La historia de Calles es peculiar, se había establecido en California filmando varios papeles secundarios representando tipos mexicanos o indios. Realizó además varias películas en las que la historia refiere las desventuras de indios mexicanos. Véase la obra de Emilio García Riera, Historia documental del cine Mexicano, México, Editorial Era, 1992, vol. 1, páginas 20-21, que incluye una reseña de dicha película.
[2] - Cf. Serguei Eisenstein, ¡Que viva México!, prólogo Gabriel Ramírez, México, Ediciones Era, 1971.
[3] - Con relación a los fines de Eisenstein al filmar en México, Aurelio de los Reyes comenta: "Su idea era turística y, si se quiere, folklórica, en perfecta concordancia con aspectos de las inquietudes nacionalistas mexicanas, lo que no era raro por el influjo que había recibido; además sucumbía ante el impacto del folklore y del paisaje, geográfico, cultural y humano; los contrastes entre cada región eran profundos, y para lograr su unificación concibió la película como un sarape." De los Reyes, Op. cit, páginas 103-104.
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